Con toda la tranquilidad del mundo, me preparé para el viaje 8 horas antes. La nostalgia era bastante, igual si ya había pasado por esa experiencia. Al día siguiente, es decir, el día en que nos iríamos, fuimos llegando de a poco con los compañeros al sitio de salida. Durante el viaje hubo momentos de tranquilidad, pero también de tensión. Ya a punto de llegar a destino la naturaleza nos regalaba una maravillosa vista de un sendero lleno de vegetación… ¡Llegamos! Era un escenario perfecto para sentirse libre, pleno, sacudirse de la rutina. Con actitud positiva e inquietudes de desarrollar el pensamiento con ideas creativas y renovadoras.
Durante los talleres dados, fue emocionante ver cómo gente joven se adentraba dentro de sí para descubrirse sin darse cuenta de ello. Y ni qué decir durante las dinámicas y los juegos. Cada integrante de un grupo se unía poco a poco formando uno solo, aquello era necesario, el apoyo mutuo, la diversión, caídas y levantadas.
Ya casi culminando el campamento, el sábado 14 por la noche se hizo la recogida, en la que cada uno de los integrantes debía encender una vela y decir en voz alta un valor que haya valorado en esos días, fue emocionante escuchar a aquellos integrantes interactuar sus conocimientos y sus valores más aprendidos, era 10 veces importante aquella enseñanza en sus vidas.
Estoy seguro de que las muchas palabras compartidas serán de beneficio algún día. Fueron 3 días llenos de alegría, plenitud, tranquilidad, emoción, algo diferente, algo único…