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Voluntaria, una experiencia de crecimiento

Hacer un voluntariado fuera de tu ciudad o de tu país no es una decisión fácil de tomar, tienes que alejarte de todo lo que conoces y empezar una aventura totalmente desconocida y en solitario. 

Enero 2016 | Ana María Peña Ortiz | Experiencias

Decidí irme de voluntaria con la Compañía de María, por 4 meses, a Perú y a Estados Unidos para ayudar con mi profesión, en la misión que las hermanas realizan en estos países. 

Tengo 23 años y acabo de graduarme de la universidad como comunicadora social; pensé que ser voluntaria sería una buena forma de ganar experiencia, conocer lugares y ayudar a los demás. Pero definitivamente fue más que eso.

Durante ese tiempo tuve la oportunidad de conocer personas maravillosas, sentí el amor y el cariño desinteresado de los niños y me acerqué más a Dios y a la iglesia a través del ejemplo y el diario vivir de las Hermanas de la Compañía que fueron como una gran familia. 

En Perú estuve un poco más de un mes, tiempo en el que desarrollé cuatro vídeos corporativos que mostraban la misión de las Hermanas en ese país. Además vi una realidad que como turista no hubiera sido posible ver: la pobreza que va creciendo en los cerros que rodean la capital del Perú. También probé la famosa comida peruana, no desde los restaurantes de moda, sino a través de las familias del Colegio Fe y Alegría Nº1. Asimismo, conocí peruanos comprometidos con ayudar a su país y a los suyos y descubrí que la verdadera felicidad no está en tener sino en compartir y en ser agradecido con lo que tienes.

Además de colaborar con las actividades diarias de la Compañía, con otras dos jóvenes voluntarias, que son educadoras en España, conocí algunos lugares de Perú y el majestuoso Machu Picchu. Fueron viajes que posibilitaron conocer costumbres y culturas distintas, hacer amigos en cada lugar con la promesa de volvernos a ver en un futuro próximo. 

En Estados Unidos llegué a Los Ángeles, donde las Hermanas de la Compañía tienen un colegio de Preescolar y una residencia estudiantil universitaria; allí realicé la página web de la residencia y del preescolar y también un vídeo sobre los 60 años del preescolar.

En Los Ángeles aprendí a conocer más a Dios y a ser parte de una iglesia más alegre a la que conocía en Colombia; los niños y profesores del preescolar me acogieron con mucho cariño y me hicieron sentir parte de ellos durante los 2 meses y medio que estuve allá; las hermanas mayores con las que compartí fueron como madres y abuelas, sus atenciones y cariño desinteresado son un regalo que nunca olvidaré. 

En el tiempo que estuve en Estados Unidos pude hacer parte de una de las celebraciones más emblemáticas de esa cultura: el día de acción de gracias. Es un día donde se agradece a Dios por el año que ha pasado y por la gente que está a nuestro alrededor, un agradecimiento que invita a reconocer el don de la familia en el día tras día. También pude descubrir cómo diferentes idiomas, religiones y culturas convergen armónicamente en una misma ciudad; comprendí lo importante que es tolerar y apreciar las diferencias en los otros y además conocí historias de vida asombrosas de gente que dejó a su familia y a su tierra por un mejor futuro.

Los Ángeles es una ciudad que promete cumplir los sueños de todos los que llegan; inmigrantes de todas partes del mundo buscan una oportunidad en esta ciudad de puertas abiertas. Allí pude entender que para lograr tus metas hay que trabajar duro y sacrificar mucho.

Este voluntariado me dio la oportunidad de cumplir sueños que ni siquiera había pensado que podría cumplirlos a tan corta edad. Mis ojos han visto demasiadas maravillas este año, mi corazón se ha agrandado con tanta gente que conocí y se volvieron parte de mi familia, mi forma de entender el mundo es más pluralista y mi carácter es más fuerte porque ahora sé que puedo lograr lo que me proponga, si con responsabilidad, pongo los medios para realizarlo.
Gracias inmensas a la Compañía de María y a las Hermanas que creyeron en mí, que me apoyaron en esta aventura y que me dieron su cariño desde el primer momento en que me conocieron. 

Cuando empecé el voluntariado, mi idea era dejar una huella en la comunidad donde iba a estar, pero luego entendí que lo más importante era dejar que los otros dejaran una huella en mí y así cambiar mi mundo; gracias a todos los que ahora están en mi corazón y que dejaron una marca imborrable.

Hoy quiero invitarlos a que se arriesguen a dejar su zona de comodidad, su país, su familia y sus amigos y realicen un voluntariado social donde no sólo tendrán la oportunidad de ayudar sino de conocer más sobre ustedes mismos y sobre el mundo que les rodea.


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Ana María Peña Ortiz: comunicadora Social

 

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1 Comentarios

marta duque pavajeau dice:
ana maria como me gusto tu articulo es una experiencia maravillosa yo he tenido la oportunidad de compartir mucho con la conpañia en peru en ayavire chepen fue una experiecia maravillosa

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