Con enorme expectativa y gran deseo en el corazón nos embarcamos, Shuqin y yo, en el tren de Roma con destino a Nápoles. Nos habían invitado a participar de una misión organizada por los jesuitas en Scampia, municipio del norte de Nápoles. Haríamos parte de un grupo constituido por dos jesuitas: un sacerdote y un novicio, adolescentes del MEJ, jóvenes de la CVX de Génova y nosotras, tres religiosas de la Orden de la Compañía de María N. S.
Del 15 de julio al 3 de agosto, diez días de intensa actividad en clave de servicio voluntario, en un contexto para nosotras totalmente nuevo, no así para los italianos. Pues, al nombrar Scampia inminentemente surge la reminiscencia del libro de Roberto Saviano o la película del mismo nombre Gomorra. Evoca la guerra de los clanes, la montaña de muertos o el imperio de la droga. Justo allí los jesuitas tienen una comunidad inserta, cuyo dinamismo apostólico tiende a Recualificar el contexto y las relaciones interpersonales.
Desde el primer momento fuimos interpelados a dejarnos afectar por la realidad, descubrir signos de vida y secundar la obra del Reino. Nuestro ver, estar y hacer sería lentamente transformado por la motivación interna del servicio.
Dejando atrás todo prejuicio aprendimos a contemplar la realidad con otros ojos, como el lugar teologal de la obra ininterrumpida de salvación. Ya que “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único no para condenarlo sino para salvarlo”. Súbitamente fuimos introducidos en la dinámica del Reino: amar y servir. Impulsados por la llamada inconfundible de colaborar en la obra de salvación. Este modo de acercarse a la realidad no es negarla, es contemplarla y asumirla desde sus dinámicas internas, para comprender la razón de tanto mal.
Tampoco se trata de enmascarar la realidad, para encubrir el horror o simular la impotencia ante la arquitectura irremediablemente compleja del emporio. Sino mirarla con ojos apostólicos bañados en la pascua y dispuestos a reconocer los signos de vida que emergen por doquier. Con este incentivo nos dispusimos a conocer el barrio y las obras de los jesuitas: la rectoría que funciona como una parroquia, el centro social Alberto Hurtado, con sus innúmeras ofertas de formación-educación a todos los niveles para los niños, jóvenes y adultos de Scampia.
La actividad estaba orientada a ser un tiempo de experiencia de servicio gratuito, luego del año de preparación, del grupo MEJ de Génova; adolescentes de 14 y 15 años. Los monitores eran jóvenes universitarios de 20 a 23 años, de la CVX. La metodología apuntaba a alcanzar los objetivos previstos, por eso tenían actividades de formación interna del grupo en la mañana. La pauta de la tarde incluía:
• Testimonios de personas del lugar
• Actividades por grupos: trabajo de limpieza en una escuela abandonada a fin de preparar un campo de deportes para los niños y jóvenes, animar diversos juegos con los niños en el predio de la iglesia y una visita a las Velas.
En esto estábamos nosotras. Diariamente partíamos de casa a las 13:45 para regresar a las 19:30, exhaustas de palpar y sentir otro mundo. Los testimonios de las personas, comprometidas en alguna dimensión de la gran tarea de recuperación, fueron muy interesantes. Al ser una realidad tan distinta y conflictiva qué mejor sino escuchar a los protagonistas para comprender la situación y formarse una opinión. Todos, sin excepción, poseen una mirada contagiante de realismo y generosidad desmedida. Conscientes de los enormes desafíos y de las pequeñas posibilidades no se detienen en hacer la diferencia. Cotidianamente arriesgan sus vidas por amor.
La mayor red de asociación de voluntarios de toda Italia se encuentra en Scampia. Ellos y ellas tienden la mano a las realidades urgentes de salvación. Parece ser que la urgencia es casi proporcional a la respuesta. ¡Es sencillamente sorprendente! Los jesuitas trabajan en estrecha interrelación con todos los que vienen a echar una mano cualificada en la transformación de la realidad y en la recuperación de la dignidad del ser humano. Se trata de sembrar aunque sea en la incertidumbre con decisión y esperanza. Ya despuntan algunos brotes de solidaridad y compromiso.
Aprendimos a descubrir el reverso de la realidad y otros modos de educar en lugares tan complejos. Vale la pena inserirse, gastar la vida y tender la mano en situaciones tan necesitadas de salvación. No se puede endurecer el corazón ni blindar sentimientos, único rastro de humanidad en contextos de extrema complejidad. No es posible acostumbrarse a las tragedias y perder la capacidad de asombro e indignación; causes inexcusables de futuros compromisos por la vida amenazada. Solo quien ama es capaz de dar la vida para que otros vivan.
Nancy Raquel Fretes Martínez, odn: Paraguaya. Actualmente realiza estudios de doctorado en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma. |
Rocío Hernández dice:
Nancy, gracias por compartir esta experiencia. Este lugar como otros muchos en todo el mundo necesitan que alguien les tienda la mano y como bien dices, recuperen su verdadera dignidad de personas.
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