Pues, “él anda suelto”. Y lo hemos visto “preso” el 12 de junio en la cárcel juvenil de Los Angeles, California. Visitamos la cárcel juvenil: Barry J. NidorfJuvenile Hall en Sylmar California, norte de Los Angeles.
24 niñas y adolescentes entre 10 y 17 años, detenidas con condenas suaves o más duras. Encerradas, solas, y quién sabe, vulnerables y expuestas a cuántos castigos, presiones, miedos, al sin sentido… la ley trata como adultos a los menores y, como en todo el mundo, no tienen opciones de rehabilitación dentro de las cárceles.
Nos presentamos como comunidad a ese gris lugar: Leticia, Ernestine, Silvia, Claudia y yo. Nos acompañaron 3 voluntarios jóvenes que son amigos de la Compañía y se preparan para participar del Encuentro de Arte, Humanismo y Espiritualidad en São Paulo y Rio de Janeiro (Brasil), además de participar de la Jornada Mundial de la Juventud.
La música mueve y transporta, y creo que esto nos sucedió a quienes nos encontramos ahí en ese salón pelado, con las guardias cerca vigilando. Fue una intensa comunicación con pocas palabras, en paz, algunas hablaban y entendían español, otras no, pero eso fue lo de menos. Ellas nos hablaron de Dios, “Dios sonríe… y se ríe de lo que le pedimos y de nuestros errores, él no nos juzga, nos mira con amor”. Yo cantaba mis pequeñas canciones que creen referirse a Dios y a la libertad y sus rostros se transfiguraban en la seguridad de no estar ahí, sino de estar más cerca de Dios, lejos del infierno, con la mente clavada en la bondad absoluta de Dios, vimos cómo es posible y real la palabra consuelo.
No puedo olvidar sus rostros y lo que nos dijeron, sus gestos y sus lágrimas. Cada día las recuerdo y quizá el Señor quiere que no pierda la memoria de que ellas existen. En total son 500 niños y adolescentes en esa cárcel.
Ellas también cantaron, “quiero ver qué hay detrás de la fachada, soy invisible, ya no quiero ser invisible…” con voces desgarradas y a la vez talentosas… sepultadas y a la vez con alas… No puedo más que recurrir a las metáforas, lo vivido es imposible de explicar.
Salimos impactadas, cada una con 24 abrazos pegados al cuerpo: “Gracias por venir”, nos repetían. Vimos la libertad en sus ojos. En la capilla de la cárcel está el sagrario que fue donado por la Compañía y un cuadro de Santa Juana. Claudia trabajó allí por 6 años, hoy hay 3 amigos de la Compañía de María… de algún extraño modo, los seguimos acompañando.
También vi la libertad en los ojos de muchos cristianos generosos que donaron algo de lo que tienen para apoyar la misión en Bolivia. Vine a EEUU especialmente para participar de Mission Cooperative Appeal, la colecta anual de la Iglesia en las parroquias para la cooperación en proyectos de misión. La sensibilidad y la fe de estas personas también me hizo pensar en que es un don dar con alegría y confiar en la misión de la Iglesia, de la Vida Religiosa.
Tuve la hermosa oportunidad de conocer a varios agentes de pastoral hispanos de la Diócesis de Orange con la sed de formarse y con cantidad de desafíos eclesiales. Me pidieron dos cursos en español, uno sobre Espiritualidad a través de la música y otro sobre acompañamiento de personas y grupos “Acompáñame a dar frutos” en el Instituto de pastoral Marywood de la Diócesis. Hay mucho por hacer en las comunidades hispanas que son el 75 % de la población católica (que equivale al 25 % de la población total de los EEUU).
Tuvimos con Esperanza Bagnara el regalo de conocer la primera casa de la Compañía en EEUU en Douglas, estado de Arizona. Hoy la casa está alquilada a una comunidad religiosa de las Educadoras de Notre Dame. Ellas trabajan en la frontera, con aquellos que Migración captura cruzando de México a EEUU. Una labor que nos dejó impactadas. Son hermanos que buscan vivir mejor y que tienen que experimentar el peligro no solo de los agentes de la frontera, sino lo implacable del desierto, muchos mueren, otros van deportados a su país, otros presos temporalmente. Cada martes desde hace 13 años tienen una liturgia en memoria de los muertos en la frontera, y participamos de ella junto a Ernestine y Leticia, también fue un pequeño grupo de otras Iglesias cristianas con quienes las hermanas hacen un trabajo ecuménico e interinstitucional en favor de los migrantes.
Dios me sorprende siempre, pero esta vez… fue un derroche que no dejo de agradecer y que, como suelo decir, “no me cabe” adentro. Gracias a la Compañía por este envío,a las hermanas por su acogida tan sencilla, me sentí en mi casa en este mes de misión.
Marcela Boanfede: religiosa de la Compañía de María Nuestra Señora. Bachiller en Teología. Compositora de música. Nació en Mendoza, Argentina. Actualmente miembro del Equipo Provincial de Cono Sur. |
BEATRIZ CORTES dice:
Que experiencia tan hermosa, HAY MUCHO POR HACER.
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Erika Vallejo Acosta dice:
Me parece muy linda tu experiencia. Mientras lo leía me imaginaba las sonrisas de estas chicas y sin duda alguna en esos minutos experimentaron la libertad.
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