Al volver de Roma, mientras estaba transmitiendo la experiencia vivida en el Capítulo General, una de las hermanas me preguntó, ¿qué es lo nuevo en este Capítulo? La respuesta que le di no me dejó tranquila y volví a leer el Documento Capitular y a recoger una vez más lo vivido. Encontré estas novedades que me entusiasman y son motivo de esperanza y agradecimiento. El Capítulo terminó, pero el “estado de novedad” continúa…
Novedad de ser.
Finalizando nuestra “travesía” capitular (era el 29 de julio, día del encuentro intercongregacional para compartir nuestro recién nacido documento, el P. Pedro Aguado, Superior General de los Escolapios, nos invitaba a continuar profundizando el significado de la palabra “portadoras/es”. Es una palabra maravillosa—nos decía—cualquiera puede llevar y traer cosas como si nada. Pero si se porta algo valioso, se lleva con responsabilidad, con cuidado, respeto, devoción y se entrega.
Este capítulo creo que nos ha ayudado a reafirmar que es tan importante “ser” portadoras/es como portar y entregar. Es decir, el acento está puesto en valorizar nuestro ser. Y cuando decimos “nuestro” decimos ser hermanas, laicos o jóvenes, con una identidad común en la diversidad vocacional.
Novedad de hacer proceso conjunto.
La preparación pre-capitular en los incontables grupos en todo el mundo, fue una oportunidad muy enriquecedora de compartir los deseos profundos de ser fieles a una llamada de Dios en medio de la vida cotidiana, en medio de influencias muy fuertes, imperceptibles, en medio de semillas de Reino germinando, invisibles. Esa riqueza se trasladó a Roma en los días de encuentro y búsqueda. Fuimos haciendo una lectura compleja y multi-perceptiva de la realidad en la que vivimos desde lo pluri-contextual e intercultural, desde el dialogo intergeneracional e intercongregacional. El documento quedó cargado de esa vivencia, y desde ella somos invitadas e invitados a leerlo.
La novedad de descubrirnos influenciados por la cultura global y necesitados de autocrítica y discernimiento.
Esta consciencia nos implica trabajo personal para ir desentrañando lo que es del Reino y lo que no lo es. “Pescarnos” cuando reproducimos con cierta normalidad lo que no es evangélico, por “intoxicación” ambiental a veces consentida, a veces inconsciente. Reconocerlo nos hace un poco más humildes. Crear las condiciones en nuestro estilo de vida para discernir cotidianamente, sigue siendo nuestro siempre nuevo desafío.
La novedad de estar presentes en las plazas virtuales.
Ser más visibles como Compañía, no para figurar o protagonizar, sino para estar presentes en la realidad virtual que también forma parte de la plaza de la humanidad, donde muchos transitan buscando sentido a sus vidas. Las semillas del Reino, tarde o temprano, se hacen visibles a través de sus brotes con su brillante verdor y frescura invitándonos al asombro y a la alegría.
La novedad de lo testimonial que contagia y convoca.
En realidad la novedad es darle mayor relevancia a esta dimensión experiencial que a la teórica o discursiva-declarativa. Nuestra educación sin una mediación testimonial no puede tener impacto alguno. El mejor de los lenguajes para compartir el evangelio en esta época es la actitud. En las relaciones traslucimos lo que “transportamos” por dentro. Elegimos vivir valores y virtudes, encarnados primero en María Nuestra Señora y en Santa Juana de Lestonnac. Es una forma de difundir a través de la presencia algo que se dice pero no solo a través de las palabras, sino por la acción y por las obras. Las personas que transparentan valores y virtudes nos provocan admiración, adhesión y entusiasmo. De alguna forma nos “arrastran” en la dirección del Reino.
La novedad de una mirada más aguda y sensible.
Nuestras vidas a veces imparables, en las que vivimos con superficialidad, stress y somatizaciones, no son buena noticia. Gustar de la vida con sabiduría, con tiempos de silencio y apertura a la belleza son condiciones para encontrar a Dios en todo y hallar en el rostro del hermano al Emanuel para amarlo y servirlo.
Experimentar a Dios profundamente nos ayuda a no pasar de largo al lado del que yace apaleado por la vida (Lc 10,30) sino ver y ejercer la hospitalidad. De aquí nos viene toda novedad en nuestros lenguajes para transmitir lo que no se puede acallar, de aquí brota esa alegría que no se apaga, de esa fuente fluye el Espíritu que crea cosas siempre frescas.
La novedad de un canto.
La presencia de María en la casa de Isabel, nos invita, cantando el Magníficat, a vivir sus valores y virtudes y a reconocer la delicadeza de un Dios que no se olvida de los pequeños, sino que los hace cantar porque son amados y enviados a compartir esa alegría, esa esperanza. Porque los pequeños sí ven que algo nuevo ya viene y es indefectible. Cada vez que somos hospitalarios, coherentes, apasionados, cada vez que cantamos nuestra pequeñez y la grandeza del Señor, reflejamos a María e invitamos a ser como ella, canción coherente que invita.
La novedad de seguir creando.
El Capítulo no lo ha dicho todo, nos ha dejado espacio abierto para interiorizar y dialogar. No dejemos de ayudarnos y acompañarnos en mantener el deseo de contemplar, buscar y crear novedad. Cuidemos este deseo porque es un motor vivo que nos tira hacia adelante.
Isaías sigue anunciando, Dios está haciendo algo nuevo, nuestro desafío es no olvidarlo y ser testigos de ello. Santa Juana llena de luz y pasión nos alienta a continuar atentas y atentos a las novedades de Dios para colaborar con Él como Nuestra Señora.
Marcela Bonafede, odn: religiosa de la Compañía de María. Bachiller en Teología. Miembro del Equipo Provincial del Cono Sur, Argentina. |
Begoña dice:
Gracias Marcela por animarnos a seguir agudizando y focalizando nuestra mirada para ver lo nuevo que puede brotar en nuestras vidas, en nuestros entornos, en el mundo... para colaborar con la acción creadora de Dios en nuestro mundo HOY
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