Somos responsables de lo que domesticamos

Hoy, después de cuatro meses de la Experiencia Capitular de la Compañía de María, me sigo diciendo: “Algo muy especial ha sucedido y va a suceder para los jóvenes en la Compañía”.

Noviembre 2015 | Margarita Zapata Rivillas, odn (Perú) | Esperienze

Cuando nos comunicaron que al Capítulo general irían religiosas invitadas, sentí una gran alegría, me dije para mí misma “Algo muy especial va a suceder para los jóvenes en este capítulo”. Pero que precisamente fuera yo la invitada, eso sí que no me lo esperaba, experimenté una gran mezcla de sentimientos asombro, alegría, agradecimiento, miedo y un poco de turbación pues en los últimos tres años me he dedicado a la educación religiosa y no precisamente a la pastoral juvenil. Muy conciente de lo que significa este acontecimiento experimenté miedo de no poder ser consecuente con los compromisos adquiridos en el contexto del capítulo.

Lo primero que le pregunte a mi superiora provincial fue ¿qué hay que hacer?, quería tener muy claro el objetivo.

Ya en Roma rodeada de hermanas de tantos lugares del mundo, unas más conocidas que otras, Laicos y jóvenes, en medio de la alegría que me embargó sentí la pregunta desde el primer día ¿qué hago aquí?...mis expectativas se hicieron más grandes y volvió a mi mente la corazonada del primer día “algo especial va a suceder en este capítulo para los jóvenes”.

¿Qué me encontré? Me encontré con una experiencia de formación permanente, cada encuentro con las hermanas en la sala capitular, en el comedor, en los pasillos, en la oración. Las intervenciones de Benjamín González Buelta sj., Francesc Torralba, de nuestras hermanas Marie Claude, Colette y Alicia y los trabajos en grupo se convirtieron en una experiencia casi que de ejercicios en la vida. Fueron motivo de mucha oración.

Me encontré con unos laicos, con una fuerte identidad y pertenencia a la Compañía de María, deseando más compromiso, y más formación, sentí que son laicos llamados por Jesús a su seguimiento en la iglesia y con nuestro carisma.

Me encontré con unos jóvenes muy agradecidos con la formación que han recibido de la Compañía, formación que ha ido configurando en ellos sus decisiones y opciones vitales de vida. Unos jóvenes que encuentran en Santa Juana un referente para su compromiso.

En sus palabras y gestos fueron expresando que nuestra vida consagrada tiene sentido en la medida que somos cercanas, abiertas, alegres, mujeres de profunda alegría y esperanza, cuando nos entregamos al 100%.

Me encontré unos jóvenes que nos piden: Acompañamiento, escucha, coherencia, que les entreguemos el amor de Jesús sin timideces, que seamos un poco “indiscretas” en ofrecer a Jesús como proyecto de vida, Que nos demos a conocer más a través de los medios de comunicación. Que tratemos de llegar a ellos desde lo que hacen, sus gustos y maneras de vivir, en el tiempo libre.

Que les ofrezcamos más espacios para el encuentro con el Señor y para servir a los más necesitados.

Los jóvenes quieren que les escuchemos hablar de su vida personal, de su afectividad, de la realidad que les rodea, de sus miedos y sueños, de sus ganas de construir un mundo más justo… desean buscar y construir su propio camino con nuestra mano tendida, con nuestra coherencia de vida, con la alegría que produce el seguimiento del Señor. Por eso considero que es urgente que prioricemos el acompañamiento de manera que este tenga continuidad.

Estoy convencida que Dios está aconteciendo permanentemente en la vida de los jóvenes necesitamos sentarnos cada día más cerca los unos de los otros, como nos recomienda El Principito, “Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...” para crear lazos, y dejarnos domesticar por ellos, solo así podremos acompañarlos en sus búsquedas y en sus itinerarios de vida y comprenderemos lo que significa ser responsables de lo que se ha domesticado.

Pero vuelvo a la palabra “invitada”, los días pasaron muy rápido solo 12 días, cuando las cosas se tornaban más interesantes, ya había que regresar a casa…

Hoy me sigo diciendo “Algo muy especial ha sucedido y va a suceder para los jóvenes en la Compañía”.
 

Margarita Zapata Rivillas, odn: Religiosa de la Compañía de María. Licenciada en Historia. Realiza su misión en Perú.


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